El final de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) fue para Mussolini, el despótico dictador itliano, una etapa difícil, pues se vio obligado a contemplar impotente la inevitable derrota y el fracaso del imperio que trató de construir. Cuando ya no podía confiar en nadie, sólo su mujer Rachele y su amante Clara Petacci le fueron incondicionalmente fieles e intentaron protegerlo de las intrigas que lo amenazaban.